La minera absorbe pérdidas millonarias y lleva su capital social a un nivel crítico para evitar la quiebra.
- El Sacrificio Financiero para Soportar la Crisis
Compañía Minera San Ignacio de Morococha (SIMSA) ha protagonizado uno de los movimientos financieros más dramáticos del sector minero peruano al ejecutar una reducción de su capital social. Esta decisión, lejos de ser un signo de estabilidad, es la respuesta desesperada y necesaria a la severa crisis de insolvencia que atraviesa la empresa, marcada por pérdidas acumuladas que superan con creces su patrimonio. Con sus operaciones paralizadas desde 2024 y sumida en un proceso concursal, la minera se vio obligada a realizar este saneamiento contable extremo. La reducción de capital es, en esencia, un mecanismo técnico para absorber las pérdidas de millones de soles y evitar que el patrimonio neto caiga en un valor negativo insostenible, despejando el camino para una posible reestructuración.
- La Cifra Récord y el Rescate Patrimonial
La magnitud del problema de Morococha se refleja en la cifra de pérdidas que esta medida busca neutralizar. Al reducir su capital social, la compañía utiliza el valor nominal de sus acciones para compensar el déficit patrimonial generado por los años de inactividad y los resultados operativos negativos. Este «borrón y cuenta nueva» contable es un requisito indispensable dentro de su plan de reestructuración financiera: al sanear el balance, la empresa evita la liquidación técnica. Para los inversionistas, aunque la reducción es un golpe inmediato al valor nominal de sus títulos, se presenta como el mal menor, pues asegura que la entidad pueda continuar operando y aspirar a un futuro, aunque incierto.
- El Último Acto para el Reinicio en 2026
Este drástico ajuste de capital no es el final, sino el penúltimo paso para que Morococha pueda intentar su resurrección. Con un balance patrimonial saneado —o al menos menos debilitado— la empresa busca restaurar la confianza y atraer los nuevos capitales necesarios para financiar la reapertura de sus operaciones, proyectada tentativamente para 2026. La reducción de capital actúa como una señal a la Junta de Acreedores y a posibles inversionistas externos de que la gerencia está tomando medidas radicales para estabilizar la estructura financiera. El futuro de SIMSA pende ahora de la capacidad de la minera para conseguir el financiamiento operativo y la aprobación definitiva de su plan de reestructuración en el marco de su proceso concursal.