Las autoridades mexicanas han dado un giro impactante al ordenar la detención de la extracción de piedra caliza en Quintana Roo, desencadenando una controversia con la empresa estadounidense Vulcan. La medida ha sido calificada como «inesperada» y «arbitraria», generando tensiones a nivel internacional.
El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha reafirmado la clausura de la mina de Vulcan en el sureste del país, desafiando las críticas de Washington y negando que se trate de una expropiación. Las declaraciones recientes tanto de López Obrador como del secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, han aumentado la presión en torno a este conflicto, que se ha catalogado como un «ecocidio» por parte de las autoridades mexicanas.
En medio de esta disputa, Vulcan Minerals se encuentra en un punto muerto, incapaz de exportar su producción y buscando compensación por más de 1,500 millones de dólares a través del CIADI. Las tensiones han alcanzado su punto álgido con la toma de posesión de la terminal portuaria de la compañía por parte de las fuerzas de seguridad mexicanas, intensificando aún más el enfrentamiento.
A medida que las negociaciones continúan, el futuro de esta batalla legal sigue siendo incierto. Con ambas partes firmes en sus posturas, se vislumbra una batalla prolongada que podría tener repercusiones significativas en el ámbito de las inversiones internacionales y la protección ambiental.