Los precios del oro han alcanzado niveles casi históricos, cotizando a 2,474.04 dólares la onza, y acercándose al récord de 2,483.60 dólares establecido el mes pasado. Este escalofriante incremento se debe a un conflujo de factores, incluyendo la expectativa de un recorte de tasas por parte de la Reserva Federal de EE. UU., así como la continua inestabilidad en Oriente Medio. La mirada de los inversionistas está fija en los próximos datos de inflación, que prometen alterar significativamente el panorama financiero.
Los recientes informes indican que los precios al productor en EE. UU. subieron menos de lo anticipado en julio, lo que ha elevado las apuestas sobre una posible reducción de tasas de interés de 50 puntos básicos en septiembre. “Si los datos confirman la desaceleración de los precios, es muy probable que el oro alcance nuevos máximos”, comenta Ricardo Evangelista, analista senior de ActivTrades. Los mercados evalúan actualmente un 55.5% de probabilidad de este recorte, lo que ha añadido un extra de emoción a la situación.
El lingote ha sido históricamente un refugio seguro en tiempos de incertidumbre económica y conflictos geopolíticos. En este contexto, la reciente promesa de Irán de tomar una represalia contundente tras el asesinato del líder de Hamás ha generado más inquietud entre los inversores. Esta tensión tiene un papel significativo en el aumento de la demanda de oro como activo seguro, ya que, con tasas de interés más bajas, el costo de oportunidad de mantener oro, que no genera intereses, se reduce.
No solo el oro brilla en el mercado; otros metales preciosos también están cosechando beneficiados. La plata ha subido un 0.3%, el platino un 0.7% y el paladio un 0.5%. Sin embargo, la atención se centra principalmente en el oro, que, con cada día que pasa, se convierte más en el termómetro de la estabilidad económica mundial y un refugio en tiempos de crisis. ¿Estamos a las puertas de una nueva era dorada?