SONAMI y el BID exponen la hoja de ruta para el cobre sostenible del futuro.
La Sociedad Nacional de Minería (SONAMI) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) han lanzado un estudio que está redefiniendo el futuro de la industria chilena, bajo la premisa contundente: «El futuro de la minería depende de la capacidad de generar valor en cada eslabón». Este documento, titulado «Cadenas de Valor Mineras en Chile: Desafíos, Oportunidades y Miradas para el Futuro», es mucho más que un diagnóstico; es un llamado urgente a la acción que busca transformar al sector, tradicionalmente enfocado en la extracción, en un ecosistema robusto de innovación y desarrollo productivo. En un contexto donde la minería seguirá aportando más del 10% del PIB en 2025, esta visión estratégica es una tendencia clave para asegurar la competitividad global de Chile.
El estudio impacta al señalar que la verdadera «resiliencia» del sector no reside solo en sus inmensas reservas de cobre, sino en su «ecosistema de capital humano, proveedores, infraestructura y tecnología». Para asegurar su liderazgo en la transición energética global—dado que el cobre es vital para la electrificación— Chile debe enfrentar brechas críticas. Estas incluyen la urgente necesidad de modernizar la tramitación de proyectos, mejorar la productividad y, fundamentalmente, desarrollar el capital humano. Los autores enfatizan que fortalecer los encadenamientos locales y las capacidades institucionales es la vía directa para impulsar la digitalización, la trazabilidad y la sostenibilidad de la industria minera.
La propuesta de SONAMI y el BID, al poner la articulación y el valor agregado en el centro, marca un quiebre con el modelo del pasado. Este enfoque busca que la minería no sea solo una fuente de ingresos fiscales, sino también un motor de bienestar territorial y conocimiento. La clave del plan es pasar de la idea general de «clúster» a la creación de «distritos mineros» específicos, que permitan aplicar políticas públicas adaptadas a las realidades distintas de cada zona. Esto asegura que los desafíos críticos—como la seguridad hídrica, la disponibilidad de energía y las políticas de fomento a la pequeña minería—se aborden con soluciones localizadas, creando una minería más justa, eficiente y verdaderamente sostenible a largo plazo.

