Vende su último gran activo operativo en Canadá por $1.090 millones de dólares.
La noticia ha sacudido el mercado: Barrick Gold, uno de los gigantes mineros canadienses más importantes del mundo, ha tomado la drástica y audaz decisión de vender su última mina de oro operativa en Canadá. Este movimiento no es solo una transacción financiera, sino un punto de inflexión estratégico que marca el fin de una era para la compañía en su propia jurisdicción de origen. El impacto de la desinversión de un activo de esta envergadura, valorado en la asombrosa cifra de 1.090 millones de dólares, se siente como un terremoto que reconfigura el panorama de la minería global y el portafolio de la multinacional.
El acuerdo multimillonario refleja una tendencia corporativa implacable: la búsqueda de una cartera de activos más enfocada y la maximización del valor para el accionista, incluso si eso implica la salida de operaciones históricas. Aunque la empresa se despide de su principal fuente de producción en casa, ha asegurado que Canadá seguirá siendo una jurisdicción clave. Barrick mantendrá su presencia a través de la exploración y el desarrollo de proyectos en fases tempranas, lo que indica un compromiso continuo con el país, pero bajo un modelo de negocio transformado que prioriza la eficiencia y la rentabilidad sobre la mera ubicación geográfica de sus minas.
Esta venta envía un mensaje claro al sector minero: la estrategia de las grandes corporaciones se centra en la optimización extrema y la consolidación de activos de clase mundial, sin importar la bandera. La decisión de Barrick de desprenderse de una operación madura en su país de origen subraya la presión por eficiencia de capital y la necesidad de girar hacia proyectos con mayores márgenes en otras regiones. Este cambio de enfoque será una tendencia dominante en la próxima década, obligando a gobiernos y comunidades a replantearse el valor y el futuro de las asociaciones mineras en sus territorios.

