Bolivia se Juega su Futuro Económico en la Industrialización del Salar de Uyuni
Bolivia, poseedora de una de las mayores reservas de litio del mundo, enfrenta un momento decisivo en su estrategia económica, marcada por el desafío de replicar el éxito del gas natural, cuyo volumen de exportación ha caído drásticamente en la última década. El Gobierno boliviano, a través de Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB), proyecta que la industrialización del ‘oro blanco’ podría generar ingresos de hasta US$5.000 millones al año a partir de 2025, una cifra que superaría lo facturado por la venta de gas. Esta ambiciosa meta de convertir la salmuera del Salar de Uyuni en carbonato de litio y materiales activos para baterías es vista como la única salida para compensar la pérdida de ingresos de YPFB y asegurar una nueva base económica para el país.
El salto de una fase piloto a la industrialización plena está supeditado a la rápida implementación de la tecnología de Extracción Directa de Litio (EDL). El proceso tradicional de evaporación en piscinas es lento y se considera un «cuello de botella», por lo que YLB ha recurrido a alianzas estratégicas con empresas internacionales de China y Rusia, que aportan la tecnología y la inversión —más de US$2.000 millones comprometidos—. Sin embargo, este proceso de adopción tecnológica y los contratos de asociación han generado intensas presiones políticas y críticas en la Asamblea Legislativa, lo que amenaza con postergar la industrialización si los acuerdos no son ratificados a tiempo, poniendo en riesgo la ventana de oportunidad global del litio.
La trascendencia de este proyecto va más allá de lo económico, pues busca ser una lección aprendida frente a errores pasados, como la polémica capitalización de YPFB en los años 90. Los nuevos contratos prometen dejar la producción y comercialización en manos del Estado boliviano, garantizar más del 85% de empleos para bolivianos y generar recursos para proyectos sociales, impulsando la economía de regiones como Potosí. No obstante, la historia de la industrialización del litio boliviano ha estado marcada por 17 años de promesas incumplidas y una constante inestabilidad en la dirección de YLB. El éxito final dependerá de que el país logre superar la fragilidad institucional, asegurar la transparencia en el uso de los recursos y obtener el consenso político necesario para ejecutar esta mega-inversión.