Argentina tiene el potencial de convertirse en uno de los 10 mayores productores de cobre del mundo, pero su desarrollo se ve frenado por la falta de infraestructura y la necesidad de una estrategia clara que convierta su riqueza geológica en prosperidad económica.
Argentina se encuentra en una encrucijada crucial para su futuro económico. A pesar de contar con proyectos de cobre de clase mundial, el país no produce este metal desde el cierre de la mina Alumbrera en 2018. Sin embargo, el potencial es enorme: si proyectos como Josemaría y Filo del Sol alcanzan su máxima capacidad, la producción podría llegar a 521,000 toneladas anuales hacia 2030. Esto no solo generaría hasta US$11,200 millones en exportaciones para 2033, sino que también podría convertir a Argentina en uno de los diez principales productores de cobre a nivel global, un metal esencial para la transición energética.
La mayor barrera para que Argentina se posicione como una potencia cuprífera es la infraestructura. La mayoría de los proyectos se encuentran en la cordillera de los Andes, en zonas de difícil acceso que carecen de carreteras, redes eléctricas de alta tensión, gasoductos y ferrocarriles. Según Roberto Cacciola, presidente de la Cámara Argentina de Empresas Mineras (CAEM), a pesar de que el gobierno no destine fondos directos, tiene la responsabilidad de viabilizar estas obras. El actual ajuste fiscal ha frenado proyectos clave, lo que ha generado tensiones entre el gobierno, los empresarios y los gobernadores, como el de Salta, quien ha reclamado una mayor inversión en conectividad y servicios básicos.
Para superar estos desafíos, la clave radica en la colaboración y la inversión. Se estima que se necesitan alrededor de US$25,000 millones en inversiones para que los proyectos mineros se conviertan en realidad. Aunque el gobierno busca atraer capitales a través del Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), los referentes del sector insisten en la necesidad de contar con reglas claras, seguridad jurídica y acuerdos sólidos entre los sectores público y privado. Solo así, Argentina podrá acelerar las inversiones y pasar de tener un gran potencial geológico a convertirse en un verdadero país minero que aproveche al máximo su riqueza natural para impulsar su crecimiento y su economía.