Antofagasta Minerals Busca Desbloquear la Minería de Mendoza con un Modelo Ambiental Estricto.
En un contexto de urgente necesidad global por cobre para la transición energética, la colaboración estratégica entre Antofagasta Minerals (una de las mayores productoras de Chile) y la provincia argentina de Mendoza se ha convertido en una noticia de alto impacto. La iniciativa central es demostrar que la minería de gran escala puede desarrollarse bajo los más rigurosos estándares de sostenibilidad, incluso en una jurisdicción históricamente restrictiva. Este diálogo binacional no es casual; busca establecer un modelo de «Minería Sostenible» que aborde la escasez de agua y las preocupaciones ambientales locales, sentando un precedente de cómo deben operar las empresas en un clima de creciente vigilancia social y regulatoria.
El foco de esta tendencia innovadora está puesto en el proyecto de cobre Cerro Amarillo, que se presenta como la prueba de fuego para este nuevo paradigma. La intención es clara: demostrar que es posible la extracción de cobre, un mineral vital para las tecnologías limpias, sin comprometer el recurso hídrico, que es la principal preocupación de los mendocinos y el leitmotiv de la restrictiva Ley 7722. Este compromiso con las prácticas ambientales de vanguardia y la transparencia es lo que hace que esta noticia sea tendencia, al desafiar la narrativa tradicional de que la minería y la protección ambiental son mutuamente excluyentes, especialmente en la Cordillera de Los Andes.
A largo plazo, esta colaboración binacional apunta a algo más que el desarrollo de un solo proyecto. Representa un esfuerzo por la integración minera regional y la adopción de tecnologías limpias y eficientes para gestionar el recurso hídrico de manera responsable. La visión de Antofagasta Minerals de operar bajo un esquema de cero impacto hídrico en cuencas y de máxima transparencia, podría ser la llave para abrir el potencial geológico de Mendoza, históricamente paralizado. Este enfoque de licencia social y ambiental rigurosa, impulsado por la demanda de metales críticos, se posiciona como el nuevo estándar de oro para los proyectos mineros en regiones sensibles de América Latina.

