México impulsa megainversiones entre la promesa de oro y el riesgo ambiental.
La industria minera en México ha desatado una ola de inversión que redefine su futuro, posicionándose en la mira global. La Cámara Minera de México (CAMIMEX) ha revelado planes de una envergadura sin precedentes, que contemplan la activación de 25 megaproyectos con una inyección total de capital de más de $8,282 millones de dólares. Esta cifra impactante no solo subraya la resiliencia del sector, sino que también marca una tendencia de crecimiento acelerado que busca consolidar a México como un gigante en la producción de metales preciosos y críticos a nivel mundial.
Estos proyectos, que se extienden a través de estados clave como Zacatecas, Sonora, Chihuahua y Durango, proyectan un incremento masivo en la producción nacional. Las estimaciones oficiales indican que sumarán aproximadamente 1.4 millones de onzas de oro y más de 73 millones de onzas de plata en la próxima década. La magnitud de esta expansión, liderada por empresas de talla internacional, establece un compromiso financiero que podría transformar radicalmente las economías regionales y la balanza comercial del país.
Sin embargo, el ímpetu de la «fiebre del oro» moderna no está exento de controversia, haciendo de este tema una tendencia candente. El boom minero obliga a un debate crítico entre el desarrollo económico y la responsabilidad social y ambiental. Mientras la inversión fluye, el escrutinio sobre el impacto ecológico y los conflictos con comunidades locales se intensifica. Casos documentados de «ecocidio» y la necesidad de una fiscalización más estricta se convierten en la otra cara de la moneda de este auge. El verdadero desafío para México radica en garantizar que esta inversión multimillonaria se traduzca en un desarrollo sustentable y equitativo, evitando que la riqueza de los proyectos se vea opacada por la devastación ambiental.


