El ‘Ransomware’ amenaza los billones del sector minero-energético.
La minería peruana, pilar de la economía nacional, ha pasado de luchar solo contra la minería ilegal y los conflictos sociales a enfrentar un enemigo más silencioso y potencialmente devastador: el cibercrimen. La creciente digitalización de la «Minería 4.0», que integra vehículos autónomos, IA y control remoto, si bien optimiza la productividad, también ha abierto una gigantesca puerta de vulnerabilidad. Los ciberdelincuentes ya no buscan solo el oro físico, sino los datos críticos de las operaciones, utilizando ataques de ransomware y phishing que, en un sector donde cada minuto de inactividad se traduce en pérdidas millonarias, se han convertido en la principal arma de extorsión. Remediar una brecha de seguridad puede costar fortunas y el sector es el que más rescates de datos paga en la región.
La amenaza es crítica: Perú ocupa el 5° puesto en el Índice Global de Ciberseguridad de la región, pero se encuentra en una «etapa formativa» de madurez, lo que es insuficiente para proteger una infraestructura vital. El riesgo no es teórico; el sector minero-energético es uno de los principales objetivos de los hackers a nivel global, con incidentes concretos en Latinoamérica. Esto se debe a que la información robada, desde planes de exploración hasta datos geopolíticos sensibles, tiene un alto valor en el mercado negro, lo que atrae a bandas especializadas en la venta de credenciales y el espionaje industrial. El 91% de las empresas peruanas ya ha registrado un incidente de ciberseguridad en el último año, y solo el 40% se siente capaz de operar sin interrupciones tras un ataque.
Ante este escenario de alto riesgo, la «ciberresiliencia» es la nueva palabra de moda, pero aún es incipiente. Las mineras están reaccionando, invirtiendo en firewalls inteligentes, soluciones en la nube con copias redundantes e IA para la detección predictiva de amenazas. Sin embargo, el desafío de la falta de cultura de ciberseguridad en el personal sigue siendo la brecha más fácil de explotar para los atacantes. Proteger la continuidad de las operaciones, la seguridad de los trabajadores y la reputación de las empresas depende de migrar de una mentalidad reactiva a una proactiva de «confianza cero», donde la seguridad se integra desde el diseño de cada proceso digital, y no como un parche de última hora.


