La Tensión Social Frena Inversiones por Miles de Millones en la Minería Peruana
La minería en Perú se encuentra atrapada en una peligrosa encrucijada. A pesar de ser un gigante geológico que alberga algunos de los mayores yacimientos de cobre, oro y zinc del mundo, y ser un motor económico fundamental, el sector está siendo paralizado por una persistente conflictividad socioambiental. El país ha sido desplazado del segundo lugar mundial en producción de cobre, en gran parte debido a la imposibilidad de sacar adelante proyectos de ampliación como el de Las Bambas. Los expertos señalan que al menos 23 proyectos mineros se han estancado o interrumpido, generando pérdidas económicas y tributarias millonarias para el Estado y haciendo peligrar miles de empleos directos.
El corazón del problema no es el rechazo total a la minería, sino la ausencia del Estado y la mala gestión de la renta minera. Si bien solo un 30% de los conflictos son por resistencia frontal a la actividad, la gran mayoría son por «conflictos de convivencia»; es decir, las comunidades reclaman al Estado la atención a sus demandas sociales y ambientales postergadas. La presencia de una gran minera, con su riqueza evidente, expone brutalmente la ineficiencia gubernamental para ejecutar el Canon Minero o fiscalizar adecuadamente los impactos. Esto genera un profundo descreimiento que es aprovechado por los opositores, quienes logran paralizar operaciones y erosionar la confianza del inversor.
Para asegurar un futuro sostenible, la minería peruana debe volcarse hacia la «Responsabilidad Social» como una estrategia de supervivencia. Las empresas más conscientes están buscando activamente nuevas tecnologías, como el relleno en pasta o el uso de relaves para fabricar ladrillos, para minimizar su huella ambiental y aumentar la aceptación social. No obstante, el consenso de la industria es que la solución estructural debe venir del Estado: fortalecer la fiscalización ambiental, garantizar el uso transparente y efectivo de los recursos del Canon para cerrar las brechas de infraestructura, y establecer una política minera de largo plazo que trascienda la coyuntura política. Sin la construcción de la confianza y el establecimiento de equilibrios entre la inversión y el desarrollo comunitario, Perú continuará perdiendo su potencial.